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    Club Deportivo Castellón - Año 1922
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Hesles, al banquillo

Publicado en El Mundo Castellón al día


Los últimos, por Cesar Ramos

 

Debo ser idiota, al menos eso deduzco cuando hablo con mi amigo Ricardo. Él es un tipo pícaro, práctico, de esos que no regalan nada sin atinar, ni un segundo ni un metro de su ser los utiliza a cambio de nada. Detrás de su aparente bondad siempre hay interés, nada está fuera del guión, todo le acaba volviendo como un bumerán, o al menos, eso piensa. Es un triunfador, un visionario que entiende la vida como una jungla. Ahora, cada dos domingos, coge su flamante coche para ver buen fútbol. Ya no se conforma con ir andando.

En Reyes me regaló un libro que se titula Manual para ser un holograma feliz. El libro viene a decir que los sentimientos deben ser selectivos, escasos, no más allá de los esenciales y hacia personas que puedan pagarlos. Al fin y al cabo el ser humano es egoísta y la vida es demasiado fugaz como para  enredarse en luchas estériles. El libro te invita a disfrutar de los placeres de la vida con perspectiva, con la suficiente lejanía como para no implicarte emocionalmente. Paga tu entrada, disfruta y lárgate sin mirar atrás.

Dejarlo ya me sugiere, cuando piensa en los que resistimos en los mismos asientos de siempre. Mira Pulp Fiction me argumenta, cuando Marcellus Wallace le dice a Butch que pierda el combate a cambio una cifra millonaria "es el orgullo el que te está jodiendo, ¡al carajo con el orgullo!, el orgullo solo produce dolor, nunca ayuda, lucha contra esa mierda”.

Su filosofía de vida es de una simplicidad abrumadora “si no puedes cambiar lo que te rodea sé simple, abandona. Haz lo que más agradable sea a tus sentidos, pregúntate pocas cosas y defiende tu esfera más vital. De tus objetivos y éxitos altruistas acabarán aprovechándose individuos egoístas”. Él es feliz, le va todo bien, en el momento justo se olvidó de escrúpulos y llamó a las puertas de los que ya no están. Decidió entre la moral o el estatus y claro, si la vida es una jungla mejor ser león.

Y no cede, ahora se desplaza para ver fútbol. Simples cambios con resultados óptimos, propios de personas que se hacen llamar inteligentes. De las rayas al monocolor, de la resistencia a la inercia sin esfuerzo, de la responsabilidad de sentirse importante a la pasividad de ser un mero espectador. De ser fiel a ser un respetable converso. En realidad la falta de compromiso te hace sufrir menos. Si su equipo de ahora gana se alegra y si pierde puede que también, hay rivales que le molan dice. Ha decidido desistir, no arriesgar, el riesgo dice que “es de lunes a viernes, el fin de semana es para disfrutar”.

Ante el improbable escenario de que su equipo de antes se salve y vuelva a jugar en la categoría que se merece, me pregunto si volvería al su asiento de antes con la misma facilidad con la que se fue. Ese asiento que heredó de su abuelo y que ahora se roe por las cagadas de paloma sin limpiar. A él le van bien las cosas porque robó ilusiones, a nosotros nos han robado hasta el aire que respiramos. Y digo “si nos rendimos, si concluimos que es inteligente renunciar, ¿qué nos queda y qué tributo le hacemos a los que construyeron la historia de este club?”. El fútbol es secundario y más en tiempos de crisis, pero el simple hecho de luchar contra la injusticia nos define para todo.

En este mundo lleno de inteligentes que utilizan su cerebro en beneficio propio, es realmente emocionante sentirse parte modesta de una posible solución. Pensar que quizá algún día podamos concluir que fuimos cómplices de algo real, que nos unió y que dimos vida a algo que nos vino heredado, es lo que da sentido a continuar subiendo este puto Everest de la desvergüenza y casi sin oxígeno.

La comida precongelada no está mal, pero mejor cocinar en buena compañía. 


Cerco a Osuna

Publicado en El Mundo Castellón al día


La jueza acorrala a García Osuna

Publicado en Levante de Castelló


De la venganza a la salvación, por Enrique Galindo

Al principio fue algo parecido a la venganza.

No nos acabábamos de creer que Castellnou dejara caer al Castellón a tercera por impagos, no nos creíamos que Ayuntamiento y Diputación no hicieran nada y que el Club, abandonado a su suerte, acabara descendiendo mientras los que mandaban en la SAD hacían transferencias del dinero de los aficionados, de las instituciones y de la venta de jugadores a las cuentas de sus otras empresas. ¿Por qué lo dejaron caer?

Ahí, con el Castellón apaleado y medio muerto en medio de la calle, unos lo observaban con vergüenza y otros lo tocaban con un palo, a ver si aún respiraba o había que esperar un poco más, para acabar la faena.

Mientras tanto, en las puertas de Castalia, en los que no pretendemos otra cosa de esto más que seguir viendo jugar a nuestro equipo, fue germinando una profunda sed de venganza contra los que han dejado moribunda a esta institución cuasicentenaria de la ciudad.

La convicción de defender una causa justa y noble, las aportaciones económicas de todos los que creen en ella, el aliento de los que con su garganta y sus palmas animan incondicionalmente a este equipo en campos de pueblos que se caen a trozos, el abuelo que lleva a su nieto de la mano a Castalia y los ladridos de los voceros de los causantes del daño, todas esas cosas, organizadas, se convirtieron en un cesto de piedras con las que con mucha puntería intentar dar en la cabeza de alguno, y vaya que alguna dio, en toda la frente, y ahora el Juzgado es un sitio lleno de papeles, y más que habrá.

Porque ha sido el Juzgado, tras un ejemplar trabajo de la afición, quien ha abierto la puerta de las oficinas de Castalia, la misma puerta que no abrió Castellnou, ni sus cómplices, ni las instituciones, ni el establishment de esta ciudad, que huele a podrido.

Camino de los tres años de aquel verano de 2011 el Castellón continúa moribundo. A unos les sigue dando vergüenza y otros están esperando que deje de respirar para recortar el escudo de la camiseta albinegra y coserlo a la suya, indigna de antemano. De paso, mirar hacia el futuro y dejar en el olvido aquellos años en el que un grupo de empresarios de Valencia y de Madrid –hombres de futbol, nos dijeron-  vinieron a nuestra ciudad recoger el dinero de los aficionados, a recibir subvenciones y a construir en terreno aún sin recalificar.

Las vergüenzas, los silencios y las responsabilidades que destapa cada día este moribundo Castellón se están convirtiendo en motivos de peso para reanimarle, porque la cárcel es un lugar frío y oscuro y porque la viabilidad del Club pasa porque quienes se han llevado lo que no es suyo, lo devuelvan.


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